Adiós, fue un placer conocerte.

Y así es, todo lo que comienza conlleva consigo mismo un final, un hasta luego que en realidad enmascara un "hasta siempre, no te olvidaré". Cada segundo, nuestros caminos están bifurcándose contemplando distintos horizontes en los que las lineas de estos mismos no entienden si van a volver a cruzarse alguna vez en un punto secante, o tal vez, continúen paralelamente distantes.

Yo me separo de tí, tú te vas de mi lado, tal vez sea momentáneamente, tal vez sea eterno. Lo que sí tengo claro es que, como ya menté en otra de mis entradas, todo es efímero y alguna vez, en algún instante, lo que un día comenzaste henchida de ilusión y felizmente, tiene su punto y aparte, o, en este caso, punto y final.

Algún día estos recuerdos que aún permanecen latentes, volarán con el viento, como polvo que este mismo arrastra con fuerza hasta no dejar rastro...

Creía en la posibilidad de romper lo imposible, en que el Altísimo nos querría unir en un punto clave de nuestras vidas, para no volver a separarnos jamás, pero Él quiso que abriese los ojos y me cerciorara de que esto era tan imposible como intentar volar cuan pájaro bate sus alas para alcanzar las nubes, imposible como intentar regresar el tiempo para revivir o cambiar algún suceso del pasado e imposible como en creer en un nosotros, porque de nada servía luchar cuando ya era tarde.

Y sí, dentro del abanico de despedidas que poseo, este es un simple "hasta nunca", que, con él, no lleva sentimiento aparte hacia ti.

Gracias.

Atentamente,
Anaís R.


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